Océano Uruguay

La forma de hablar de Ayla, su pasado en el clan con los neandertales, así como los tres caballos y el lobo domesticado que la acompañan, causan sorpresa allí donde aparece. Sin embargo, la protagonista de la saga goza de un gran respeto por ser acólita de la primera Zelandoni, la curandera y líder espiritual de la novena caverna. La tutora de Ayla decide mostrar a la joven para su aprendizaje los lugares sagrados, unas cuevas donde se encuentran unas impresionantes pinturas de sus ancestros. La primera Zelandoni, debido a su edad, tiene dificultades para realizar largos desplazamientos, por lo que Jondalar idea un invento para que la arrastren los caballos y, de esta manera, pueden emprender su primer viaje. Los viajes son cruciales en este libro: a los campamentos de verano donde se encuentran cada año diversas tribus, a lugares sagrados con pinturas impresionantes y a cuevas cercanas donde Ayla y su maestra ofrecen sus servicios como curanderas. Ayla lucha por encontrar un equilibrio entre sus obligaciones como madre y su preparación para convertirse en Zelandoni. La feliz pareja ve tambalear su estabilidad cuando Marona, llena de rencor por no haber conseguido ser la compañera de Jondalar, aprovecha la situación para fomentar la desconfianza de Ayla provocando que la pasión y los celos cieguen a los dos enamorados llevándolos a una situación más que difícil. Al final de su largo aprendizaje para convertirse en Zelandoni, durante su última prueba como acólita, en el interior de una cueva sagrada, Ayla debe pasar varios días sin comer ni beber. Allí la protagonista de la saga tiene una gran experiencia espiritual, escucha la voz de la gran madre que le desvela un secreto esencial para la humanidad.