A comienzos del año 2004 la ciudad de Madrid pudo contemplar cómo una violenta herida se abría junto al pequeño río que la atraviesa de norte a sur. Una cicatriz vacía apareció en su centro cuando la llamada autopista M-30, que corría paralela a las orillas fluviales, quedó totalmente enterrada. Este gran espacio lineal, libre de construcciones, se desveló como paisaje potencial, inédito y prometedor. De manera parecida, en otros pocos lugares del mundo como Boston o Seúl, la sustitución de las arterias de circulación para automóviles por corredores reconquistados por la vegetación, augura una nueva forma de entender la relación entre el medio urbano, sus habitantes y la naturaleza.
En Madrid ya es posible recorrer extensas áreas continuas en las que el valioso territorio desocupado de la periferia se funde con los espacios libres del tejido central. El río Manzanares se ha convertido en el principal vínculo de enlace, la puerta que comunica exterior e interior.
En este libro, a través de numerosos dibujos, diagramas, fichas de detalle y fotografías, se narra el proceso de concepción y desarrollo del parque Madrid Río, la operación urbana de mayor alcance llevada a cabo en la ciudad en las últimas décadas.