La filosofía nació al aire libre y actualmente vuelve a las calles. Su arrinconamiento institucional, que la expulsa de escuelas y universidades, tiene como contrapartida una nueva vitalidad, un deseo colectivo de cuestionar radicalmente nuestros modos de vivir y de aprender de nuevo a pensar.
La filosofía nació de la discusión, de la guerra entre ciudades y de la rivalidad entre concepciones del mundo. Hoy, otra guerra ha puesto en grave crisis nuestras formas de vida y sus presupuestos.
Frente a ello, la filosofía es un pensamiento que transforma la vida. Es un sistema de conceptos pero también una actitud. La filosofía es pensamiento vivo. No ofrece fórmulas o recetas, sino que pone a cada cual en la situación de pensar sus asuntos particulares como problemas comunes.
¿Cómo vivir, cómo pensar, cómo actuar? Desde estas preguntas, la filosofía no es útil ni inútil. Es necesaria. Necesaria para la vida concreta de cada uno de nosotros y para nuestras sociedades en crisis.