«Yo siempre me he visto como un artista disfrazado de marchante», dice Simon de Pury con sinceridad. Pero quizá el lector llegue a la conclusión, al final de este libro, de que no es posible ser un gran marchante si no se tiene alma de artista.
El amor que transmite De Pury por las obras de arte alienta estas páginas llenas de vidas lujosas, glamour, precios récord, magnates extravagantes y divorcios de primera plana. Por algo Simon de Pury ha sido el hombre de moda entre los grandes coleccionistas, primero al timón de Sotheby’s Europa (donde empezó como recepcionista sin sueldo), luego como conservador de la colección del barón Thyssen (y qué gran escena cuando se encuentra con Carmen Cervera por primera vez, bajo la arboleda de Villa Favorita) y ahora como adicto a Instagram y a las ventas por internet. Todo un personaje se revela aquí como un narrador irónico y ligero, detallista y memorioso, que le descubrirá al lector la vida de ese 1% de los más ricos del mundo, y los secretos del mercado del arte contados con el corazón.
«Coloqué en la cesta del arte todos mis huevos. Lástima que no sean de Fabergé…».