La crianza natural representa una actitud vital. Se trata de criar con una mirada limpia y positiva hacia el bebé en el momento en que necesita ser el centro de nuestras vidas (ya le tocará más adelante dejar de serlo, por supuesto, y también será natural que así sea).
Esa actitud, casi sin excepción, lleva a otra actitud: la de comprender, respetar y acompañar los ritmos naturales de desarrollo de los niños pequeños. Así, alguien que esté atento al desarrollo del bebé y a sí mismo, comprenderá los beneficios de dejar que los acontecimientos fluyan evitando forzar que camine, coma o duerma ya que dichas adquisiciones se realizarán naturalmente.
La tradición ha permitido que los bebes crezcan de manera natural sin imposiciones durante siglos permitiendo, a los bebes, crecer a su debido ritmo. Hoy en día los principios de la crianza natural se ven apoyados por conocimientos que no están grabados ni en el inconsciente. Entre otras cosas, porque responden a nuevas necesidades culturales. Y no lo olvidemos, la cultura también forma parte de nuestra naturaleza.